viernes, 5 de junio de 2009

Ni Iuspositivismo, ni Iusnaturalismo.

¿Dónde se encasillaría R. Dworkin?

Si Dworkin, como dijo Francisco Bermúdez Guerra en su pasado post, considera que un juez no puede fallar solamente con base en la ley si no que también tiene que hacerlo en paralelo con unos principios aceptados por la sociedad en la que esté inmerso, la respuesta a la pregunta de en qué corriente –iusnaturalista o iuspositivista- se encuentra inmerso la desconozco con precisión.
De hecho, yo no lo encasillaría en ninguna de ellas dos, ni mucho menos lo encasillaría dentro del realismo jurídico. (Pues eso, dado un caso específico, podría prestarse para el imperio de la tiranía y sería fuertemente criticado por Dworkin)
Lo cierto es que, para mi, Dworkin pertenece a la corriente Iusexactus.
Para los que no saben, esta es una corriente del derecho que ha sido muy tratada a lo largo de toda la historia de la humanidad, pero con una particularidad: su teorización nunca ha podido ser llevada a la práctica.

El nombre Iusexactus viene de la unión de dos palabras del latín. Ius que significa derecho y exactus que vendría siendo exacto. El nombre le fue dado a dicha corriente por promover la exactitud en el tratamiento del derecho. Exactitud tanto de un respeto por la ley escrita, como exactitud en el obrar conforme al respeto por los demás. (Por eso digo que la aplicabilidad de lo que el iusexactismo promueve nunca ha sido llevada a la realidad y se ha quedado simplemente en la mente deseosa de ver otra realidad de muchos soñadores y soñadoras)

Hay otra particularidad que hace muy sui generis al Iusexactismo y es que es lo primero que ha logrado ocupar un lugar muy importante en los discursos de absolutamente todos los políticos que aspiran a un cargo en este país pseudodemocrático, pero que su vida ha llegado simplemente hasta ahí.
Es muy curioso ver como, en el caso colombiano, todos los políticos se ufanan de obrar bajo preceptos Iusexactistas, pero casi ninguno realmente lo hace. Y me parece curioso porque si todos saben que eso es lo que la mayoría de la inpensante plebe quiere (Que el derecho sea ejercido como Dworkin proclama que debería ser) ¿Por qué entonces no obran bajo los límites impuestos tanto por la ley como por la moral?
Es algo que no logro precisar muy bien, pero que me gustaría saber con exactitud.

Y aunque tengo ciertos destellos de pequeñas ideas que me podrían solucionar la inquietud, sería una ilusa si pensara en una sola respuesta clara.
Es precisamente porque el Iusexactismo que circunscribe a Dworkin no se aplica en la realidad, sé que ni ubicando un inmenso cartel en cada semáforo denunciando esos posibles porqués, llegarían mis críticas a ser tomadas en cuenta.
Otro hecho que me causa curiosidad es que todos los porqués que se me ocurren están ligados a relaciones directamente proporcionales entre el incremento de la popularidad con base en un discurso Iusexactista sin aplicación fáctica y un incremento del patrimonio de la persona que prostituye un modo de ver y querer llevar el mundo tan ético y moral como el proclamado por Dworkin: derecho como integridad.

Integridad en la que, deduzco, habrá una armónica unión entre la validez y la justicia de una ley. Sin que la justicia esté sometida por la validez, pero que ésta no la someta tampoco. Donde exista una retroalimentación entre estas dos, que sean como dos personas que se encuentran perdidos en la Antártida dentro de una pequeña cueva esperando al equipo de rescate. Es decir, por separado ambos logran vivir un poco, pero no estarán vivos cuando el equipo de rescate llegue por ellos. En cambio, si se dan cuenta que compartiendo el calor humano pueden prolongar las vidas de ambos, seguramente se abrazarán y sus familias se alegrarán cuando el equipo de rescate los encuentre con vida porque el calor humano que ambos se transmitían logró aumentar sus temperaturas corporales y no los dejó morir.

Ese debería ser el modo de actuar del derecho con respecto a la justicia y a la validez para que pueda haber una real eficacia.
Que la validez se de cuenta que prolonga su vida, -es decir adquiere más validez- cuando abraza a la justicia. Y que la justicia se de cuenta que logra prolongar su existencia cuando está respaldada por el abrazo de la validez.
Ahora bien, la nueva inquietud que me surge es cómo. ¿Cómo hacer que dos “elementos” demuestren que no son dicótomos como la tiranía política colombiana se ha encargado de demostrar?

Creo que para teorizar mejor aquello Dworkin podría orientarnos mejor.
Pero también creo que, infortunadamente, sus intenciones se quedarían cortas a la hora de hacer que –por ahora- este abrazo tenga lugar.

Oh Vida, Si yo fuera Colombia no dejaría de gritar “¡Auxilio!, la puesta en práctica de mis leyes puede contener ambos elementos. Derecho, no como tiranía, derecho como integridad”...

lunes, 1 de junio de 2009

De los Fundamentalismos Imperceptibles...



Las ideologías y sistemas que requieren de las percepciones de las personas para su supervivencia, así sean de tipo económico, político, religioso o cultural; necesitan servirse de mecanismos de dominación que, en el caso de los humanos, se comparten a través del lenguaje, se entienden a través del análisis, y se comprenden por medio de su estudio profundo y la razón.

Hay ciertos tipos de fundamentalismos cuya denominación transita por miles de bocas alrededor del mundo en un solo minuto. Como es el caso de los mal entendidos fundamentalismos religiosos, confundidos comúnmente con la definición de terrorismo. Y cuyo alcance, bien sea considerado como positivo o negativo, es posible de ser contemplado tan sólo trayendo como referente algún antecedente histórico de prácticas violentas que hayan sido atribuidas a movimientos “fundamentalistas” que han basado su discurso y justificado su accionar bajo banderas de vindicaciones.

No obstante que el que existan múltiples ejemplos para sustentar lo anterior no sea fácil de negar, hay otros tipos de fundamentalismos que pueden llegar a ser más dañinos, ya que las críticas y su existencia, sencillamente no son dos entendimientos que vayan de la mano al referirse a ellos. Pues, si bien la posibilidad de discusión está abierta, difícilmente puede ser encaminada para contradecir las implicaciones positivas de su existencia (Salvo cuando se hace desde la perspectiva de otro fundamentalismo denominado abiertamente como tal).
Estos fundamentalismos, que considero más dañinos, lo son porque operan en niveles “inferiores”, pasando a formar parte de lo “normal” y considerado como cotidiano, manipulando y guiando el inconciente colectivo.

Dentro de estos fundamentalismos imperceptibles tenemos los estigmas y cánones de los que diariamente nos servimos –y de los que se sirve la publicidad- para llegar al resto de las personas y el mundo. Entre esos estigmas y cánones caben elementos tan variados, como las percepciones que se tienen al momento de fabricar, por ejemplo, juguetes para niños, así como para niñas. Y no me refiero sólo al hecho de diseñar carritos, aviones, legos y ejercitadotes de mente, balones de football, kits de médicos y transformers para niños; y cocinas, hornos, planchas, escobitas, traperitos y casitas para niñas. Me refiero también a todo aquello que eso implica. Ya que, aparte de la diferenciación clara de repartición de roles de género que la publicidad ayuda a reproducir, ahí no está lo más grave.

La gravedad se encuentra en que, como mencioné anteriormente y centrándome en el caso de las niñas, sean ideados para nosotras juguetes que nos vayan configurando desde infantes como un género cuya función es servir. Pero también tenemos que en el mismo pasillo, enfrente del set de platitos pequeños, se encuentren los kits de maquillaje, las Barbies y, peor aún, las Bratz. Eso quiere decir que no solamente nos programan desde pequeñas para ir aceptando y adoptando una función servicial. Se nos programa también para que, aparte de cumplir con dicha función, tengamos que estar bonitas y sexualmente deseables.

¿Qué se puede esperar, entonces, de una niña que creció siendo atacada por una publicidad basada en ese tipo de fundamentalismos estigmatizantes imperceptibles?
De una niña que creció jugando con una muñeca cuya cabeza superaba hasta en tres o cuatro veces el tamaño de su cintura.

Entonces, me pregunto qué resulta siendo más nocivo. Aquello cuya postura se manifiesta abiertamente de manera radical y que está abierto a críticas…cuyo accionar bien hasta podría llegar a predecirse -el mal llamado terrorismo-; o aquello que no es sujeto de debate porque sus preceptos ya han permeado la estructura social, y se han convertido en un macronivel que circunscribe a las “prácticas normales” en vez de ser al revés como, por lo menos, debería ser.
Como el mencionado caso de los estigmas de un “deber ser, deber cumplir” asociado a las funciones de género, que se manifiestan desde micro ejemplos tan incidentes, como pueden llegar a ser los juguetes.

¡Dios, se me quitan todas las ganas de tener hijos o hijas! Pobrecitos serían partiendo del mundo en el que estoy HOY, sin imaginarme lo que será después...


Imagen tomada de: http://www.juguetes.org/wp-content/uploads/2008/02/cocina-de-juguete.jpg