lunes, 1 de junio de 2009

De los Fundamentalismos Imperceptibles...



Las ideologías y sistemas que requieren de las percepciones de las personas para su supervivencia, así sean de tipo económico, político, religioso o cultural; necesitan servirse de mecanismos de dominación que, en el caso de los humanos, se comparten a través del lenguaje, se entienden a través del análisis, y se comprenden por medio de su estudio profundo y la razón.

Hay ciertos tipos de fundamentalismos cuya denominación transita por miles de bocas alrededor del mundo en un solo minuto. Como es el caso de los mal entendidos fundamentalismos religiosos, confundidos comúnmente con la definición de terrorismo. Y cuyo alcance, bien sea considerado como positivo o negativo, es posible de ser contemplado tan sólo trayendo como referente algún antecedente histórico de prácticas violentas que hayan sido atribuidas a movimientos “fundamentalistas” que han basado su discurso y justificado su accionar bajo banderas de vindicaciones.

No obstante que el que existan múltiples ejemplos para sustentar lo anterior no sea fácil de negar, hay otros tipos de fundamentalismos que pueden llegar a ser más dañinos, ya que las críticas y su existencia, sencillamente no son dos entendimientos que vayan de la mano al referirse a ellos. Pues, si bien la posibilidad de discusión está abierta, difícilmente puede ser encaminada para contradecir las implicaciones positivas de su existencia (Salvo cuando se hace desde la perspectiva de otro fundamentalismo denominado abiertamente como tal).
Estos fundamentalismos, que considero más dañinos, lo son porque operan en niveles “inferiores”, pasando a formar parte de lo “normal” y considerado como cotidiano, manipulando y guiando el inconciente colectivo.

Dentro de estos fundamentalismos imperceptibles tenemos los estigmas y cánones de los que diariamente nos servimos –y de los que se sirve la publicidad- para llegar al resto de las personas y el mundo. Entre esos estigmas y cánones caben elementos tan variados, como las percepciones que se tienen al momento de fabricar, por ejemplo, juguetes para niños, así como para niñas. Y no me refiero sólo al hecho de diseñar carritos, aviones, legos y ejercitadotes de mente, balones de football, kits de médicos y transformers para niños; y cocinas, hornos, planchas, escobitas, traperitos y casitas para niñas. Me refiero también a todo aquello que eso implica. Ya que, aparte de la diferenciación clara de repartición de roles de género que la publicidad ayuda a reproducir, ahí no está lo más grave.

La gravedad se encuentra en que, como mencioné anteriormente y centrándome en el caso de las niñas, sean ideados para nosotras juguetes que nos vayan configurando desde infantes como un género cuya función es servir. Pero también tenemos que en el mismo pasillo, enfrente del set de platitos pequeños, se encuentren los kits de maquillaje, las Barbies y, peor aún, las Bratz. Eso quiere decir que no solamente nos programan desde pequeñas para ir aceptando y adoptando una función servicial. Se nos programa también para que, aparte de cumplir con dicha función, tengamos que estar bonitas y sexualmente deseables.

¿Qué se puede esperar, entonces, de una niña que creció siendo atacada por una publicidad basada en ese tipo de fundamentalismos estigmatizantes imperceptibles?
De una niña que creció jugando con una muñeca cuya cabeza superaba hasta en tres o cuatro veces el tamaño de su cintura.

Entonces, me pregunto qué resulta siendo más nocivo. Aquello cuya postura se manifiesta abiertamente de manera radical y que está abierto a críticas…cuyo accionar bien hasta podría llegar a predecirse -el mal llamado terrorismo-; o aquello que no es sujeto de debate porque sus preceptos ya han permeado la estructura social, y se han convertido en un macronivel que circunscribe a las “prácticas normales” en vez de ser al revés como, por lo menos, debería ser.
Como el mencionado caso de los estigmas de un “deber ser, deber cumplir” asociado a las funciones de género, que se manifiestan desde micro ejemplos tan incidentes, como pueden llegar a ser los juguetes.

¡Dios, se me quitan todas las ganas de tener hijos o hijas! Pobrecitos serían partiendo del mundo en el que estoy HOY, sin imaginarme lo que será después...


Imagen tomada de: http://www.juguetes.org/wp-content/uploads/2008/02/cocina-de-juguete.jpg

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